Si no cierro ésto…

•septiembre 26, 2010 • 3 comentarios

… es porque no sé.

Porque ya da vergüencica, ajena y propia.

Podría borrarlo, pero también me da cosa perderlo todo así de golpe, porque es mierda, pero al fin y al cabo es mía y me gusta como huele. O al menos no me apesta demasiado.

El caso es que está cerrado, es definitivo. No voy a volver decir que puedo, porque se ha visto que no es así y no creo que lo intente de nuevo aquí. Está demasiado cargado ya el ambiente.

Entornadme la puerta al salir.

Fat and soft, pink and weak

•junio 5, 2010 • 1 comentario

Hay un mosquito aplastado contra mi pantalla. Volaba tranquilo hacia la luz cuando el dorso de mi mano le golpeó contra el cristal. Tres veces, hasta asegurarme de que quedaba bien espachurrado. Un repetitivo gesto reflejo que por una vez tuvo éxito en su propósito, a pesar de que la pantalla del portátil se empeñaba en irse hacia atrás, dificultando las cosas. Visto y no visto, una picadura menos en mi piel, una mancha en  la pantalla. No es habitual, pues cada día amanece con la victoria abultada del insecto.

Lo he limpiado, pero ahí sigue la marca. Y es que todo deja huella. Hasta un simple mosquito despistado.

The mosquito song

AMALIA WAS HERE

•junio 4, 2010 • 6 comentarios

Recibo visitas de gente extraña. Ni siquiera se paran a echar una ojeada, estoy segura, vienen de paso, de click en click. Si no, no se explica su procedencia.

Es normal que nadie pase ya por aquí. Es divertido hablar al vacío sabiendo que quedará grabado y alguien puede venir después en cualquier momento y verá en la pared un AMALIA WAS HERE, anguloso y en relieve. Quizá se pregunte qué le llevó a Amalia poner que estuvo ahí precisamente. O quizás no, quizá sea otra de esas visitas extrañas. Se lo pregunte o no se lo pregunte no importa, porque seguirá teniendo nulo sentido.

Escribo sin gafas ahora. Unfocused world! No puedo saber si me equivoco o no, todo quedará tal y como lo escribí por primera vez, así que perdonadme las erratas, si las hubiere. SEguro que sí, cinco dioptrías no son ninguna tontería. ¿Bonita manera de gastar un párrafo, verdad?

Llegan mis padres, hora de cerrar. Las máquinas de ver están de nuevo en su sitio, disimulo, he estado estudiando todo el rato. Cierro porque ésto era un simple ejercicio de soledad. Un ejercicio de soledad que quería compartir. Tengo derecho, ¿no?

Peniques. Peniques y ovejas all the time.

Trata de arrancarlo

•junio 4, 2010 • Deja un comentario

– ¡Ay! Me he olvidado de comprar uno de esos, tendré que bajar esta tarde otra vez.

– ¿Uno de qué, abuelo?

– ¡Uno de esos! ¡Uno de esos cacharros! ¡El cacharro de tostar! – dijo el académico, señalándo desesperadamente el tostador.

Basado en hechos reales.

Nunca es tarde

•May 15, 2010 • Deja un comentario

Nunca es tarde para volver.

En realidad jamás me he ido, siempre paso para ver si hay alguna novedad, como si alguien que no fuese yo pudiera darle vida a ésto. Ilusa.

Necesito estímulos externos para ponerme a trabajar. Me duele en lo más profundo del ego no ser capaz de hacer que ciertas cosas salgan de mi. En fin, hay que vivir con los defectos y que parezca que sólo tienes virtudes.

Don’t forget me, dear.

Ayer, Madrid.

•marzo 8, 2010 • Deja un comentario

Ayer vi a un hombre que parecía sacado de un cómic de Tintín -chaqueta verde, pantalones marrones, anteojos y un enorme mostacho; si me hubiera dicho que era compañero de investigación de Tornasol me lo hubiera creído- que farfullaba extrañamente y con muchos aspavientos contra los locales mientras la grúa procedía a llevarse su escarabajo de color amarillo, que estaba estacionado en el paso de peatones de Princesa con Plaza de España, impidiendo la entrada al carril bus.

Segundos más tarde, una vez había cruzado el mencionado paso de cebra, me fijé en otro hombre, ataviado con un chándal azul, un chubasquero del mismo color y unos zapatos de vestir marrones que no me hubiera llamado la atención si no fuera porque enarbolaba una zanahoria con su mano izquierda mientras con la derecha se pintaba los labios con una barra color rosa abuela.

Por si esto fuera poco, al bajar al metro presencié como un sujeto, al oir que el tren llegaba al andén bajaba las escaleras corriendo mientras gritaba «Ah! Ah! Ah!» como si le fuera la vida en ello. Su acompañante llevaba una bufanda del Madrid, dato tan necesario como irrelevante.

Madrid nunca dejará de sorprenderme.

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Cuando digo ayer, me refiero al sábado, seis de marzo de dosmildiez. Y es que subí este texto a mi facebook y me acabo de dar cuenta de que en realidad tendría que haberlo puesto aquí. Las redes sociales, que todo lo acaparan. Mil perdones.

Coja en Granada

•diciembre 30, 2009 • 5 comentarios

» Dame un respiro, mamá, que no hay en la vida nada como el coñazo de estar coja en Granada»

Y con esta reinterpretación personal de la popular frase de Francisco de Icaza, que acostumbra a estar reflejada en ceniceros o placas de fajalauza, creo que se pueden resumir perfectamente mis Navidades.

Esta ciudad, que está pensada para andar, para perderse por sus calles, para irse de compras, para ver a los amigos mientras tomas unas tapas aquí o allá, se convierte en una trampa si no dependes de ti mismo y necesitas que te lleven en coche a cualquier lado -y más ahora con las obras, qué jaleo-. También es difícil hacer comprender a los padres que aunque ellos no lo crean, eres responsable y no vas a salir a correr en cuánto ellos se den la vuelta, entre otras cosas porque es a ti a quién duele.

Estar en casa, que sería la otra opción, puede seducirte unas horas, un rato, un breve periodo de tiempo -especialmente si llueve-,  pero a estas alturas ya ni apetece leer, ni apetece ordenador, ni televisión, ni mp3.

Resumiendo, quiero salir, ir de compras, subir corriendo las cuestas del Realejo, hacer un montón de fotos, tomarme unas tapillas, chocolate en el Café Fútbol y, como siempre, hacer el pino con las orejas, pero ahora mismo es todo una utopía… incluso lo del pino.

¿La operación? Bien, gracias.

Diciembre y Rayuela

•diciembre 1, 2009 • 3 comentarios

Diciembre ha llegado, el muy antipático.

En el tren no me han dejado pasar. Y es que NOV no es igual a DIC en ningún caso, pero además sobre un billete naranja tiene la capacidad de encender luces rojas y emitir un pitido desagradable que acrecienta el desasosiego que ya genera el hecho de ver que vas a perder el tren que necesitas para llegar a la hora por haber olvidado que noviembre tiene tan solo treinta días.

Al llegar a Madrid,  peores noticias: «meniscopatía externa: rotura del cuerpo libre de la parte anterior del menisco externo, los cuernos anterior y posterior no afectados». Con ese nombre no puede ser bueno. Supongo que habrá que operar, y no que amputar. Vaya, que ni tan mal: una epidural de nada y que te hurgen un rato la rodilla, ris-ris, ras-ras y a casa. Me muero de la ilusión.

Por otro lado, llevo desde las doce de hoy con la misma sensación que se te mete en el cuerpo cuando pierdes algo y no sabes qué es, y sabes que tienes que buscarlo y encontrarlo y no sabes cómo. Bueno, eso no es del todo correcto, porque en realidad sí que creo saber como puedo encontrarlo: perdiendo otra cosa, para que pueda ser sustituida por la anterior. Es complejo, por lo abstracto, pero tampoco es tan difícil de entender. Es más bien difícil de aplicar.

De todos modos no es todo tan horrible, porque Cortázar existe y me habla del Pont des Arts, donde no está la Maga, y entre las líneas se respira aire bohemio y parisienne; todo eso que parece tan triste, misterioso y bello, me alegra el día por un momento hasta que se me pone un nudo en el pecho que se mezcla con la sensación del párrafo anterior y entonces casi que se me saltan las lágrimas mientras huelo las páginas de un libro del que sólo llevo leídos dos capítulos pero estoy convencida de que me va a marcar profundamente. Porque es Cortázar, y Rayuela, y uno de diciembre de dosmilnueve.

«(…) lo que llamamos amarnos fue quizá que yo estaba de pie delante de vos, con una flor amarilla en la mano, y vos sostenías dos velas verdes y el tiempo soplaba contra nuestras caras una lenta lluvia de renuncias y despedidas y tickets de metro.»

Rayuela, Julio Cortázar.

Preámbulo a las instrucciones para dar cuerda a un reloj

•agosto 26, 2009 • 2 comentarios

Piensa en esto: cuando te regalan un reloj te regalan un pequeño infierno florido, una cadena de rosas, un calabozo de aire. No te dan solamente el reloj, que los cumplas muy felices y esperamos que te dure porque es de buena marca, suizo con áncora de rubíes; no te regalan solamente ese menudo picapedrero que te atarás a la muñeca y pasearás contigo. Te regalan -no lo saben, lo terrible es que no lo saben-, te regalan un nuevo pedazo frágil y precario de ti mismo, algo que es tuyo pero no es tu cuerpo, que hay que atar a tu cuerpo con su correa como un bracito desesperado colgándose de tu muñeca. Te regalan la necesidad de darle cuerda todos los días, la obligación de darle cuerda para que siga siendo un reloj; te regalan la obsesión de atender a la hora exacta en las vitrinas de las joyerías, en el anuncio por la radio, en el servicio telefónico. Te regalan el miedo de perderlo, de que te lo roben, de que se te caiga al suelo y se te rompa. Te regalan su marca, y la seguridad de que es una marca mejor que las otras, te regalan la tendencia a comparar tu reloj con los demás relojes. No te regalan un reloj, tú eres el regalado, a ti te ofrecen para el cumpleaños del reloj.

Julio Cortázar.

Yet another leaden sky

•agosto 24, 2009 • Deja un comentario
Francesca Woodman. Rome (1977-78)

Yet another leaden sky. Francesca Woodman. Rome (1977-78)